El Social Media Marketing: guerra de roles, teorías y prácticas


Cada día soy más consciente de que existe en el sector del Social Media Marketing, como en todos los demás, dicho sea, una guerra fría por posicionarse de una u otra forma, con una u otra función o terminología, pero guerra al fin y al cabo. Y lo preocupante, como en toda guerra, no son los generales ni los comandantes o quien quiera que sea el que manda, que de mandos militares no ando muy ducha, sino las víctimas, los cientos y miles de profesionales que cada día luchan con una realidad que no ven en las teóricas explicaciones de unos y otros.


Y es que en un sector emergente que se presenta como solución al desempleo y la crisis, más que burbuja hay destellos de locura, porque va más allá del dinero y la superviviencia, y en muchos casos se trata de lo social y lo humano más que del “vil metal”.

Conste, que la teoría, siendo habitualmente considerablemente ajena a la práctica, es necesaria, porque es el cimiento que necesitan las grandes ideas para florecer: es lo bueno que tienen los manuales y guías, los consejos estándar y las listas de cosas que hacer o no hacer, que a partir de ahí, podemos extraer siempre una enseñanza y sobre todo, una perspectiva amplia, ese “what if disruptivo que nos lleve al éxito en nuestra estrategia. Uno puede o no seguir los pasos y las indicaciones, los consejos, pero está claro que en la gran mayoría de los casos, cuanto más se avanza en una profesionalización, más acudimos a dichos textos en busca de ideas nuevas, de inspiración.

Como en toda guerra, existen jerarquías entre los que luchan, y en el Social Media, sin duda, hay jerarquías: están los llamados gurús, ya sabéis que no me gusta la nomenclatura, pero así nos entendemos, y conste, que por gurús, me refiero de verdad a gurús, a esos profesionales que nos inspiran con sus ideas y conocimientos. Por otro lado están los trabajadores del conocimiento o knowledge workers, esos semi-guruses que casi alcanzan el olimpo de los Social Media pero que, o bien no tienen tiempo, o éxito, o habilidad y capacidad, o simplemente, no se saben vender como otros. Luego están los expertos consultores, profesionales que vienen de diversas disciplinas adscritas y cercanas al marketing, la empresa o la comunicación, y que se dedican de una forma más o menos directa al trabajo de campo. No quiero decir que los anteriores no lo hagan, pero digamos que ellos están inmersos en muchas otras áreas que necesitan de su visión y perspectiva para evolucionar. De hecho, no es extraño que muchos guruses y semi-guruses cuenten con el apoyo y trabajo diario de dichos consultores para aumentar su visión y compartirla con todos. Y por no hacerlo más largo, digamos que están los que curran, los que día a día se enfrentan a la realidad despojados de toda teoría y sin más consuelo que el de mantener un trabajo que entre unos y otros parecemos querer destruir…

Cada uno tira para lo suyo: los gurús saben bien cuál es su puesto y lo defienden, afortudamente para los que los escuchan siempre atentos a tendencias, porque ellos están en la avanzadilla y disponen de capacidad, habilidad, métodos y recursos que comparten. Los knowledge workers son esos expertos curritos que con sus habilidades para generar visión y perspectiva, para mejorar estrategias y proyectos, nos aportan su buen hacer y experiencia. Los consultores freelancers viven en un jungla de captación de clientes en la que tienen que lidiar con pymes y proyectos en los que su implicación es más que una cuestión de dinero para ser efectiva. Y los curritos, que hagan lo que hagan, siempre parecen estar haciéndolo en solitario y a su manera, siempre en contra de lo que dictan las teorías, y es que la práctica de las micro-pymes, negocios locales, e incluso pymes en general, no cabe en ningún organigrama, plan de marketing o estrategia “de manual”, por así decirlo. Ellos se pelean cada día por querer hacer las cosas que saben que deben pero que sus posibilidades contractuales, de libertad de acción, de recursos monetarios o tiempo, no le permiten.

Y en fin, una acaba en una conferencia o mesa redonda en la que cada cual explica su historia y nunca parece haber un consenso entre los profesionales sea cual sea su rango: que si uno tiene que servir para todo, que si debe existir un organigrama y especialización más allá de que se sea interdiciplinar por habilidad de cada individuo, que si el plan de marketing es obligatorio, que si los empresarios no quieren pagarlo…

El Social Media, por más que unos y otros se empeñen en apoderarse de él, pertenece a los usuarios, ahí radica su valor, su grandeza, porque da el poder a quien siempre debe tenerlo, el individuo. Otra tema es que los medios y canales se puedan usar para fines lucrativos, de marketing, de reputación, etc.

Al final, se trata de que cada uno de nosotros queremos nuestro trozo del pastel: y no digo yo que esté mal, porque si uno va a comer tarta, quiere que le den tarta y no tortas, lo importante para mí al menos, si me permitís expresar mi opinión personal, es compartir y conversar, el intercambio de experiencias, el diálogo, y sobre todo, el saber quién es quién y por qué dice qué, porque nada que tenga como epíteto “social” puede ser simple ni resumirse en un único punto de vista.

Su complejidad lo hace apasionante, y mientras siga siendo social, al menos quien subscribe, seguirá buscando el camino que nos comunica.

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